martes, 11 de febrero de 2014

EL CUIDADOR Y EL ENFERMO EN EL FINAL DE LA VIDA (Continuación)

EL CUIDADOR EN CUIDADOS PALIATIVOS

El cuidado en el final de la vida generalmente incluye el cuidado paliativo en casa, excepto  cuando el enfermo muere solo o no tiene familia y/o persona significativa que le proporcione  el soporte y asistencia que necesita.
La carga y recompensa del cuidado a enfermos en el último año de vida se divide entre  cuidadores informales y formales. Los cuidadores informales son miembros de la familia,  amigos o vecinos, que prestan cuidados en casa de forma no remunerada. Entre estos, más  del 75% son mujeres y cerca del 33% tienen más de 65 años. Estos cuidadores asumen una  considerable carga psicológica, física y económica en el cuidado en casa. Los cuidadores  formales son profesionales de salud que trabajan en instituciones o en la comunidad, compensados por el cuidado prestado.


Muchos enfermos expresan el deseo de morir en casa, donde los miembros de la família  tienen una considerable importancia en la prestación de cuidados. Estos últimos sufren las  consecuencias en su propia salud, por el hecho de ser el cuidado en el final de la vida un  encargo, cuya duración puede ser comparada con el cuidado a enfermos con enfermedades  semejantes al Alzheimer, que duran una década o más, de fuerte impacto en la salud y  bienestar de los cuidadores, llevándolos a situaciones de estrés.
Un estudio revela que  cerca del 77% de los cuidadores relatan un aumento del estrés y que el 28% requiere medicación para enfrentar la carga asociada a la prestación de cuidados.
El enfermo en el final de la vida generalmente pasa gran parte del último año de vida en  casa, aunque el 90% pase algún tiempo en el Hospital, donde ocurre cerca del 55% de todas las muertes. La razón de que gran parte de estas ocurran en un hospital se debe a la  excesiva tensión de los familiares, la falta de apoyo profesional, falta de referencias principalmente durante la noche y la ausencia de equipamiento.
Lo que nos lleva a cuestionarnos: ¿La familia está preparada para lidiar con el enfermo en el  final de la vida? ¿Lidiar con el dolor, el sufrimiento y proporcionar un buen control de los  síntomas? ¿Lidiar con la muerte del ser querido?
Al intervenir tenemos que tener en cuenta que la enfermedad y la hospitalización promueven  una ruptura en la estructura familiar, que lleva al desequilibrio, generando conflictos,  distanciamiento y alteración en la vida familiar. Será necesario ofrecerles tiempo para  ayudarlos a reflexionar, a preveer necesidades y estimular la búsqueda de recursos y  soluciones. El equipo de salud puede funcionar como elemento intermediario, percibiendo sensibilidades, deseos, últimas voluntades y fomentando momentos de comunicación  intensa y exposición y compartimiento de lo mejor que se tiene para dar a los más íntimos en  la eminente partida. La adaptación progresiva a las pérdidas sucesivas lleva al cuidador  a prepararse con mayor o menor dificultad para esta última pérdida, la muerte de su prójimo.
En la prestación del cuidado en casa el cuidador necesita de mucho apoyo y de  comprensión en cuanto: a sus problemas y dificultades en el trabajo; cuidados de salud;  educación e información adecuada para una buena prestación de cuidados al enfermo y  sobre el diagnóstico, acerca de las causas, importancia y gestión de los síntomas; probable pronóstico y cómo el enfermo fallecerá; súbitos cambios en la condición del enfermo,  principalmente en las señales de la aproximación de la muerte.


Las necesidades de la familia varían de forma continua, del inicio hasta mucho tiempo  después de la muerte del familiar, siendo necesario ayudarlos a mantener el equilibrio entre ser útil al enfermo y respetar sus propias necesidades.
En cuanto a la información, ésta debe ser adecuada sobre el diagnóstico, pronóstico y posibles tratamientos, lo que permite a los enfermos y cuidadores tomar decisiones acerca del tratamiento, cuidados personales y cuestiones sociales. Esta debe ser aportada  gradualmente y siempre adaptada a la voluntad, personalidad, comprensión y necesidades  de saber manifestadas por el enfermo. Lo que requiere tiempo y un proceso de adaptación  del enfermo y familia.
La educación acerca del cuidado es esencial porque el cuidador necesita de entrenamiento  en cuanto a los procedimientos diarios con el enfermo, beneficiándose de las instrucciones  prácticas de cómo levantarlo y administrarle la medicación. Debe presentar contenidos  técnicos mínimos sobre los cuidados a prestar en el domicilio. Los cuidadores refieren  sentimientos de inutilidad y desamparo cuando no son enseñados adecuadamente.
Los cuidados generalmente prestados por los cuidadores informales van desde sencillos cuidados de higiene, a cuidados especializados, como el empleo de traqueotomías y administración terapéutica endovenosa y subcutánea.
El soporte psicológico es esencial, porque, en el último año de vida del enfermo es estimada  una alta prevalencia de ansiedad (46%) depresión (39%) en los cuidadores informales. Los  cuidadores deben ser estimulados a exponer sus sentimientos y recelos. Alteraciones más  severas requieren la intervención de un especialista.
El mostrar disponibilidad para oír, estar, dejar hablar y exteriorizar sus ansias, forma parte de la comunicación. La comunicación es una constante durante todo el precurso. Es necesaria una comunicación discreta que relate sus necesidades, tales como la obtención de información, sintetización de la información, toma de decisiones e intentar transmitir algún  sentimiento de control (autonomía). La comunicación que será necesaria para la familia u otro soporte depende de su papel dentro del sistema familiar, de su edad, de su habilidad en  tomar decisiones y de las reglas dentro del seno familiar. Los familiares vivencian altos  niveles de frustración y necesitan de información constante a fin de organizarse y dar prioridad a actividades de su papel de cuidador.
Es primordial mantener una comunicación abierta con los familiares acerca de las  alteraciones que puedan ocurrir durante el proceso y responder a las cuestiones de forma  sincera. La familia debe entender el proceso de morir, explicándoles las señales y síntomas  tales como la aproximación de la etapa final, para que estén preparados e informados del  porqué de los cambios y cuándo surgirán. En la ausencia de la familia estas alteraciones  deben ser informadas por teléfono y se debe respetar su ausencia.

 LA CARGA DEL CUIDADOR

El soporte al cuidador informal es relevante, ya que tienen el papel preponderante en el cuidado al enfermo en el final de la vida. El apropiado soporte los ayuda a dar prioridad y dirigir los problemas del enfermo, aunque todavía las “cargas” de ese cuidado sean ambiguos. La simple intervención de reconocimiento y apoyo reduce considerablemente la  muerte hospitalaria y el estrés del enfermo y familia. En el caso de que la familia reconozca  su valor en la prestación de cuidados, el sentido de “carga”, probablemente disminuirá.
El estudio de RABOW, HAUSER e ADAMS 31 identifica como cargas del cuidador:
  • ·         Tiempo y logística – los cuidadores pueden prestar cuidados durante algunas horas a  la semana, el 20% de los cuidadores prestan cuidados a jornada completa o constante. La duración de la enfermedad, en su trayectoria hasta la muerte y declive es difícil de predecir,  particularmente en enfermos no cancerosos. En esta trayectoria los familiares generalmente coordinan la administración de la numerosa terapéutica, tratamientos, servicios sociales o Clínicos así como sus propias necesidades;
  • ·  Tareas físicas – la tarea de cuidador muchas veces es desempeñada a personas ancianas, a enfermos y a incapacitados. Los cuidadores generalmente no tienen formación  sobre la realización de cambios posturales a pacientes seriamente enfermos, además de  tener que realizar arduas tareas rutinariamente, lo que lleva a un significativo riesgo de problemas físicos;
  • ·       Costes financieros el enfermo a veces se vuelve una carga financiera, por ser necesario desembolsar dinero para su cuidado, así como por la pérdida del rendimiento y beneficios. La condición financiera de la familia puede alterarse profundamente, tal como un  estudio revela, en que el 20% de los familiares tuvieron que dejar de trabajar y el 31%  perdieron las economías de la familia como resultado de la prestación de cuidados. Este  aspecto es visto de diferentes maneras, por la óptica del enfermo; éste muchas veces se  considera una carga para la familia, a pesar de que ésta lo provea de cuidados con buena  voluntad. La privación económica está asociada a la prioridad por las medidas de confort más que a prestar cuidados que prolonguen la vida;
  • ·    Carga emocional y riesgos en la salud mental – el cuidador soporta una incalculable  carga emocional, aunque muchos gocen de un profundo sentido de privilegio y profunda  satisfacción por el papel que desempeñan. Otros presentan sentimientos tales como    tristeza, culpa, rabia, resentimiento. Reacciones comunes y comprensibles, además de  sentimientos de incapacidad;
  • ·        Riesgos de salud – la familia tiene tendencia a colocar las necesidades del enfermo  por delante de las suyas, minimizando la severidad de sus problemas y olvidándose o tardando en resolverlos. Los cuidadores presentan un particular riesgo en lo que concierne a  la manutención de los niveles de salud y pérdida significativa en el tiempo social y de placer.

Está relacionado el aumento de la mortalidad del cuidador, por el hecho de que los  cuidadores están sujetos a gran tensión mental y emocional, con un riesgo de mortalidad del  63%.

CONSIDERACIONES FINALES

Las medidas implementadas en el final de la vida tienden al confort del enfermo. Cuando este proceso ocurre de manera digna y controlada y sin sufrimiento, habrá una mayor aceptación de la familia; en caso de que el proceso sea muy negativo puede repercutir en la familia y/o persona significativa, bajo la forma de un trauma presente a lo largo de toda la vida.
El sufrimiento de quien muere puede ser aminorado por los que cuidan, simplemente con el mirar, con la forma de estar, por el gesto lleno de respeto y ternura. El proceso de muerte no se puede estancar en el tiempo... es un pasaje obligatorio, por eso cuidar de alguien que parte es ayudarlo en esa travesía, acompañándolo hasta el umbral de la puerta, sabiendo decirle adiós.
Los cuidados paliativos nos enseñan que puede haber un límite para la cura, pero no hay  límite para los cuidados. Como KÜBLER-ROSS refiere “... podemos ayudarlos a morir,  intentando ayudarlos a vivir...”

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