Si nos encontramos con una
familia que se niega que se le informe al enfermo, deberemos preguntarnos el
porqué de dicha actitud. En la mayoría de los casos lo que me he encontrado es
un intento de proteger al enfermo, evitándole malestar y sufrimiento, o un
temor muchas veces ilógico sobre la reacción del enfermo, como en el caso de
Francisco, un hombre de 50 años que se está muriendo con un cáncer de laringe,
y que su familia temía informarle por medio de que al enterarse pudiera
arrojarse al tren que pasa muy cerquita de una huerta que tiene. Nada de esos
temores han ocurrido, Francisco ha sido claramente informado de su situación, y
se va preparando con gran serenidad a su final próximo.
Debemos advertir e instruir a los
familiares y amigos del moribundo de que para él puede ser bueno y enriquecedor
el prepararse para morir. Sabemos que la confrontación con la propia muerte es
una situación límite por excelencia y posee la capacidad de provocar un cambio
radical en la manera de vivir la persona en el mundo. Por lo tanto no debe
extrañarnos comportamientos que no eran habituales en la persona. Recuerdo como
una mujer se extrañaba de lo cariñoso que se había vuelto su marido con ella
los meses antes de morir.
No olvidemos el prever las
reacciones emocionales del enfermo, para ello podemos explorar como ha vivido
otras situaciones de crisis a lo largo de su vida. Debemos resaltar la
importancia de los seres queridos, fundamentalmente la familia, y por ultimo
mantener la esperanza en el enfermo. Esperanza de que esté en buenas manos, que
se hace medicamente todo lo que se puede, de que no va a ser abandonado. La
esperanza de que ojalá pueda ver amanecer mil días más que le besen en la cara.
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